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Trabajo

Niki de Saint Phalle

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Retrato de Niki de Saint Phalle por el fotógrafo Erling Mandelmann en 1964.
Nacimiento 29 de octubre de 1930
Neuilly-sur-Seine, Altos del Sena, Francia
Fallecimiento 21 de mayo de 2002
(71 años)
San Diego, California, Estados Unidos
Nacionalidad Bandera de Francia Francesa
Área Pintura, escultura, cine
Premios Praemium Imperiale

Catherine Marie-Agnes Fal de Saint Phalle, más conocida como Niki de Saint Phalle (Neuilly-sur-Seine, Altos del Sena, 29 de octubre de 1930San Diego, California, 21 de mayo de 2002)[1] fue una escultora, pintora y cineasta francesa. Fue mujer del también escultor y pintor Jean Tinguely.

Biografía:

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Catherine Marie-Agnes Fal de Saint Phalle nació en Neuilly-sur-Seine, París. Hija de Jeanne Jacqueline (antes Jeanne Harper) y de Andre Marie-Fal de Saint Phalle.

La familia se trasladó desde Francia a Estados Unidos en 1933. Durante el transcurso de su adolescencia, fue modelo.

Participó alrededor de 1962 en la exposición «El arte del montaje» en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. En 1964 comienza a realizar una serie de obras titulada «Nanas», que constaba de figuras femeninas de formas voluptuosas y vivos coloridos. Fue en 1966 cuando realiza la escultura de cuerpo de mujer más grande de la historia del arte, que también formaba parte de la serie «Nanas» y cuyo título fue «Hon» («Ella» en sueco). Fue instalada en la Moderna Musset de Estocolmo, bajo secreto ya que suponía un acto bastante revolucionario teniendo en cuenta la época en la que la realizó, así que a los pocos días de abrirla al público, clausuraron la exposición. Se entraba al interior de la escultura a través de la vagina, dentro del cuerpo había una serie de instancias con curiosidades que entretenían al público, y más adelante una escalera por donde se subía a la tripa de escultura, y desde donde se veía todo. La escultura estaba decorada exteriormente por vivos colores, al típico estilo de la autora. En 1979 empieza a construir un parque de esculturas, «El jardín del tarot» en español, situado cerca de Florencia, Italia. En 1982 lleva a cabo, junto a su marido Jean Tinguely la «Fontaine Stravinsky» o Fuente de los autómatas, situada junto al Centro Pompidou en París.

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http://es.wikipedia.org/wiki/Niki_de_Saint_Phalle

Renacimiento

1)

Arte:

Generalidades sobre el arte y movimiento cultural denominado Renacimiento.Sin título 2

El Renacimiento es el movimiento cultural y artístico iniciado en Italia en el siglo XV que dirige sus ojos al clasicismo romano y al hombre como centro de las cosas, superada la tradición teocéntrica medieval.

No es de extrañar que sea en Italia donde se produce tal proceso pues el impresionante legado del viejo imperio romano estuvo presente incluso en plena época medieval y el mundo italiano nunca se llegó a desapegar del todo, como demuestra, incluso, su arte románico peculiar.

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El trasvase de la cultura y arte del Renacimiento al resto de Europa fue lento y desigual y para lo que centra nuestro interés, el arte en España, podemos decir que sus primeras manifestaciones comienzan en la penúltima década del siglo XV y se finaliza en los primeros años del siglo XVII.

Desde esta sección del portal Arteguias podra acceder a información y artículos relacionados con la arquitectura, escultura y pintura española del siglo XVI.

En el apartado de arquitectura renacentista se pondrá especial atención a dos subestilos o modalidades tan castizas como el plateresco y el estilo herreriano. En la página de escultura se dividen los artistas en los tres tercios de la centuria pues se trata de un arte en constante evolución. Trataremos escultores tan significativos como Vasco de la Zarza, Diego de Siloe, Juan de Juni, Alonso Berruguete, la familia Leoni, etc.

En lo concerniente a la pintura renacentista del siglo XVI hay que tratar a Juan de Juanes, Alonso y Pedro Berruguete, Sánchez Coello, Juan Pantoja de la Cruz, Luis de Morales «El Divino» pero muy especialmente el sublime y espiritual genio del manierismo «El Greco».

http://www.arteguias.com/renacimiento.htm

Ciencias:

La ciencia durante el Renacimiento

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En la Europa de fines del siglo XIV comenzó un período que duró cerca de 200 años, llamado Renacimiento. Es esa época mucha gente empezó a re descubrir las artes y los estudios de la Antigua Grecia y Roma y a desarrollar nuevas ideas acerca del mundo que les rodeaba. Comenzaron a mirar las cosas más críticamente y la observación y la experimentación en todas las áreas se tornaron más importantes. Desafiaron también las enseñanzas aristotélicas, combinadas con la filosofía cristiana.
Además del arte, vinculado al desarrollo del Antropocentrismo, también la ciencia tendrá un despegue espectacular. Aquí trataremos especialmente la obra de uno de los más reconocidos científicos, Galileo Galilei.

El seguidor de Copérnico

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Galileo Galilei (1564-1642) nació en Pisa, Italia, hijo de un compositor. Jugó un papel vital en la aceptación de la doctrina de Copérnico, sobre la tierra girando alrededor de un Sol estacionario. Fue un pionero en el acercamiento experimental a la ciencia que desarrollaba en ese momento y también un gran maestro.

A los 17 años se inscribió como estudiante de medicina en la Universidad de Pisa. Mientras atendía un servicio en la Catedral notó que las arañas se balanceaban por el viento y usó el impulso para tomar el tiempo de sus movimientos. Notó que aunque sus amplitudes disminuían lentamente, siempre les llevaba la misma cantidad de tiempo. Esto le hizo sugerir que los péndulos podían usarse para medir el tiempo. Esa fue la base para el primer reloj mecánico.
Galileo dejó Pisa para continuar sus trabajos en mecánica y matemática pero luego volvió como profesor de matemática. En esos momentos los resultados de sus experimentos proveyeron suficientes evidencias para contradecir las teorías sobre cómo estaba organizado el universo.

«¡Y sin embargo se mueve!»

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Al conocer sobre la invención, del telescopio en Holanda, Galileo diseñó y construyó, él mismo algunos modelos más poderosos. 1610 publicó sus observaciones sobre las estrellas y los planetas en «Mensajero de las estrellas», un libro que tuvo mucha popularidad e influencia. En él describía las montañas de la Luna y las manchas oscuras que se movían ocasionalmente sobre la faz del sol. También mostró que algunos planetas, como Júpiter, tenía sus propios y pequeños planetas orbitándolos. El trabajo de Galileo demostró la importancia del uso del telescopio. Pero lo más importante es que confirmó la teoría de Copérnico que la Tierra giraba alrededor del Sol.
En 1632 Galileo publicó su «Dialogo concerniente a los dos Sistemas Principales del Mundo», que reunía todas las observaciones. El trabajo fue visto como una obra maestra en toda Europa. Pero en Italia chocó con las enseñanzas de la Iglesia que sostenía la vieja teoría de la Tierra ubicada en el centro del Sistema Solar.

En 1633 Galileo fue acusado de herejía (sostenimiento de una idea o comportamiento contrario a las enseñanzas de la Iglesia). Se lo envió a la Corte de la Iglesia en Roma (llamada la Inquisición). Al ser encontrado culpable se lo amenazó con torturar salvo que negara públicamente su teoría de que la tierra giraba alrededor del Sol. Siendo ya viejo y frágil, Galileo hizo que la Iglesia ordenara que se retirara al campo por el resto de su vida (una especie de prisión domiciliaria). Pero se dice que al abandonar la Corte murmuró ¡Y sin embargo se mueve! en demostración de que continuaba creyendo en sus teorías.

Texto elaborado gracias al aporte de: «El libro de los científicos. Desde Arquímedes a Einstein». Ed. LUMEN, Bs. As. 1992.

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El sol en la época de Galileo

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A lo largo de los siglos se habían realizado observaciones ocasionales de las manchas solares, pero sólo con la invención del telescopio se emprendería su investigación sistemática. Unos años antes, todavía sin telescopio, Kepler había encontrado una manera de ver el Sol y las manchas sin sufrir las consecuencias de su brillo. En la primavera de 1611, Galileo realizaría el detallado estudio telescópico de las manchas en que se cimentaría buena parte de su fama. Se pondría en marcha inmediatamente un esfuerzo cooperativo internacional que permitió objetivar la observación de las manchas.  Si te interesa profundizar en dicho tema te recomiendo leer: La investigación del Sol en la época de Galileo por Horst Bredekamp (pdf, 8 páginas). Artículo publicado en la revista Investigación y Ciencia n°399 (diciembre, 2009).

http://creartehistoria.blogspot.com.es/2010/05/la-ciencia-durante-el-renacimiento.html

Historia:

Renacimiento: Origen y desarrollo

A modo de introducción y resumen

Se denomina Renacimiento al fenómeno cultural iniciado en la Edad Moderna que retoma los principios de la antigüedad clásica pero actualizándola, sin renunciar a la tradición cristiana sustituyendo la omnipresencia de lo religioso por el aumento y afirmación de los valores del mundo y del ser humano.

Todo esto va acompañado de una nueva visión del mundo, de unos cambios sociales y políticos y determinados descubrimientos científicos y geográficos (Copérnico, Galileo, Kepler…). Es muy importante el descubrimiento de la imprenta (Gutenberg), ya que con ella se difunde más fácil y rápidamente la información, así como los conocimientos.

Muchas de las premisas del Renacimiento se vislumbran e iban fraguando ya en tiempos del gótico, en la Edad Media, por lo que el Renacimiento no supone un corte con lo anterior. Es un arte que se aparta de la fe y la religión frente a la razón, lo que se debe a las nuevas ideas de la sociedad del momento.

Hay un gran interés por traducir los textos clásicos que llegan tras la caída de Constantinopla (1453) en manos de los turcos, muchos sabios emigran a Italia aportando sus textos y cultura.

La palabra que define este movimiento es el humanismo, que se caracteriza porque las ideas van centradas en la figura del hombre. Es un paso del teocentrismo medieval al antropocentrismo renacentista.

En cuanto al aspecto artístico, la llegada del Renacimiento supone un cambio de los elementos góticos por los elementos de la cultura grecorromana, buscando las medidas que llevan a la armonía. Se intentan utilizar elementos armónicos que rigen el universo para sus representaciones. Además, se buscan unas relaciones de belleza y armonía a través de las matemáticas. La escultura del ser humano se convierte en un elemento fundamental.

Uno de los cambios más destacados es la aparición de la perspectiva, que consiste en la representación de la tercera dimensión.

Qué fue el Renacimiento

Como ya lo expresamos, se denomina Renacimiento al fenómeno cultural o movimiento de revitalización cultural que surge en Europa Occidental durante el siglo XIV, que se desarrolla en los siglos XV y XVI y que se muestra como característica esencial su admiración por la antigüedad grecorromana. Este entusiasmo, que considera las culturas clásicas como la realización suprema de un ideal de perfección, explica el calificativo de Renacimiento, pues en verdad se trataba de un renacer, de un volver a dar vida a los ideales que habían inspirado aquellos pueblos.

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En principio, se aspiró a una renovación en todos los aspectos de la cultura humana, filosofía, ética, moral, ciencia, etcétera encaminada a la hechura de un hombre que fuera compendio y resumen de todas las perfecciones físicas e intelectuales. Pero lo más característico de esta época es la separación entre lo cívico y lo religioso.

También se puede afirmar que el Renacimiento es uno de los grandes momentos de la historia universal que marcó el paso de mundo Medieval al mundo Moderno. Es un fenómeno muy complejo que impregnó todos los ámbitos yendo, por tanto, más allá de lo puramente artístico como ha querido verse.

La educación empieza a cobrar una importancia primordial y, como las normas medievales no funcionan, se acude a los clásicos de la Antigüedad, quienes actúan como modelos y estímulo. La recopilación de los códices antiguos, el análisis y asimilación del espíritu que animaba a griegos y romanos constituye el movimiento denominado Humanismo.

El término Renacimiento, entonces, simboliza la reactivación del conocimiento y el progreso tras siglos de predominio de la mentalidad dogmática establecida en la Europa de la Edad Media. Esta nueva etapa planteó una nueva forma de ver el mundo y al ser humano, el interés por las artes, la política y las ciencias, revisando el teocentrismo medieval y sustituyéndolo por un cierto antropocentrismo.

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Para muchos autores empieza en 1453 con la conquista turca de Constantinopla. Según otros es un nuevo periodo que surge desde el descubrimiento de la imprenta, e incluso se considera que no se produce hasta que Copérnico descubre el sistema heliocéntrico; pero la fecha tope considerada  como su inicio es 1492, cuando ocurre el descubrimiento de América.

El término Renacimiento deriva de la expresión italiana rinascita, vocablo usado por primera vez por el literato Petrarca.

El Renacimiento es, ante todo, un espíritu que transforma no sólo las artes, sino también las ciencias, las letras y formas de pensamiento. En su conjunto, como ya dijimos, se ha visto una clara reacción al espíritu teológico de la Edad Media; sin embargo, la ruptura no se produce de manera violenta.

Durante buena parte del siglo XV se mantienen las formas del arte medieval, iniciándose una convivencia entre los clasicismos, que poco a poco van a ir imponiéndose a los elementos góticos en autores como Brunelleschi o Fra Angelico que ensayan movimientos que posteriormente se van a desarrollar. Esta serie de fenómenos nos dan a entender que hablar de ruptura no es del todo correcto, es quizá más una evolución que nos permite comprender mejor ciertas manifestaciones del siglo XV.

Orígenes del Renacimiento

El Renacimiento tuvo su origen en Italia en los siglos XIV y XV, llegando a su apogeo al iniciarse el siglo XVI. De Italia se extiende lentamente por Europa excepto Rusia.

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En el transcurso de los cincuenta años que van desde 1520 a 1570, discurre la madura plenitud del Renacimiento y también se percibe su ocaso. Toda la Europa de Occidente toma parte ahora en el movimiento de las artes y de las letras.

La recepción de los gustos italianos se generaliza, los grandes maestros surgen ya no sólo en Italia, sino en todo el ámbito de las monarquías occidentales. Pero el desarrollo normal de la cultura renacentista se ve afectada por el hecho simultáneo de las luchas religiosas derivadas de la revolución protestante.

Las transformaciones culturales del Renacimiento

En cuanto a cultura y modo de vida en el Renacimiento, se puede decir que mientras en la era anterior, que a su vez marca el principio del renacimiento, la gente vivía dentro de grandes propiedades de nobles de la época llamadas feudos y cada uno de estos tenía dentro de sus propiedades todo lo que necesitaba para ser autosuficiente, ahora se cambia este tipo de vida y comenzaron a desarrollarse propiamente lo que son las ciudades y las villas o poblaciones, pasando poco a poco el dominio de la comunidad a los comerciantes y fabricantes de todo tipo de bienes (tanto de necesidad como suntuarios) y que la gente, ya fuese noble o plebeya, requería o deseaba poseer.

En el Renacimiento cabe destacar también el desarrollo de la arquitectura, así como la creación de grandes obras de la literatura universal como «La Divina Comedia», de Dante Alighieri; obras también surgieron de Francisco Petrarca y Juan Boccaccio y muchos otros literatos.

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Que el origen del Renacimiento sea italiano es porque Italia es fundamental por su pasado histórico que ahora se quiere recuperar e impulsar. Además hay otro factor relevante y es que en Italia nunca hubo un arraigo total y fuerte de lo medieval como ocurrió en el resto de Europa, precisamente porque aún estaba latente el espíritu clásico.

Las Cruzadas habían intensificado el tráfico comercial entre Oriente y Occidente, enriqueciendo especialmente a las ciudades italianas Venecia, Génova, Pisa y Florencia. Dentro de sus muros y al amparo de sus escuadras, un grupo de banqueros, comerciantes, industriales y artesanos consiguieron la seguridad y la libertad para el despliegue de sus capacidades personales.

Estos burgueses aprendieron, mediante la experiencia personal y colectiva, que el éxito de sus empresas económicas dependía de la capacidad para calcular y anticiparse a las circunstancias mediante decisiones oportunas. Su posición individual en la sociedad no dependía del nacimiento ni del arbitrio del señor ni de la voluntad divina, sino de sí mismos.

Políticamente, Italia se organizó en torno a ciudades-estado que obtuvieron un gran auge artístico y político encabezadas por Florencia.

En el Renacimiento, entonces, la historia de Italia es la de sus cinco estados principales: Florencia, Milán, Nápoles, Venecia y el Papado. Las constantes luchas por ampliar las fronteras hicieron posible la creación de un nuevo grupo social: los Condottieri, que  eran personajes especializados en la guerra, grandes estrategos que estaban generalmente al mando de una compañía, aunque, en última instancia, su suerte la decidían el poder, las necesidades, los objetivos y los recursos del príncipe o Estado al que servían.

Las guerras entre los estados italianos se hacían mediante contratos, por tanto, a través de los condottieri, durante casi dos siglos. Esta tradición seudo-mercenaria se hizo presente en Europa desde el siglo XIII, gracias en parte al desarrollo económico de las ciudades, el crecimiento demográfico y la tradición de las Cruzadas, haciendo posible que parte de la clase de terratenientes se aúnen para producir un gran excedente de grupos armados fuertemente cualificados.

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Desde finales del siglo XV los condottieri fueron personajes para los que la guerra era una empresa esporádica más que una actividad permanente; la clave de este sistema se basaba en la condotta, contrato en el que se especificaban las condiciones de los servicios prestados por el capitán y sus soldados y su retribución por ellos.

Este tipo de contrato se utilizó en otros ámbitos, gracias al nacimiento de una fuerte burguesía próspera que buscaba su propio beneficio. Nace ahora la clientela, debido a que la economía se va liberando y van tomando autonomía los pequeños comerciantes y banqueros que, con su mecenazgo, van a impulsar relaciones comerciales a nivel nacional e internacional.

Pero este movimiento de capital no estaba controlado por un Estado fuerte que promoviera dichas iniciativas, sino que generalmente funcionaban como empresas privadas, gestionadas a menudo sobre una base familiar, subordinándose a la iniciativa de un linaje o clase social acomodada. Generalmente se trataba de aristócratas que no eran miembros de la nobleza ni pretendían serlo, y, sin embargo, eran reconocidos como personajes de alto prestigio en la sociedad renacentista. Se mantenían al margen de la corte, valiéndose de la situación de que el príncipe o monarca no conocían los mecanismos financieros, abriéndose para ellos un campo extraordinario de oportunidades como operadores económicos o intermediarios entre ellos financiando algunos de los gastos extraordinarios de la corte. Pero aun sin pertenecer a la clase nobiliaria y eclesiástica, gracias a su capital rivalizaron con ellos.

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Ya hemos dicho antes que el Renacimiento surgió en Italia, pero, además, el Renacimiento del siglo XV se da sólo en este país. Se puede decir que en Francia, España y Alemania hacia 1450 a 1500 ya se conoce este movimiento, pero no se desarrolla plenamente hasta el siglo XVI.

El renacer de Italia estuvo ligado a la idea de la recuperación de la grandeza de Roma, que tras la caída del Imperio Romano, y un periodo de anarquía y confusionismo, desde el quattrocento se trata de romper con esa etapa bárbara para volver a esa idea de grandeza latina. La pérdida de poder de la iglesia hizo que se propagaran las herejías, que a fines del siglo XVI propiciarán la Reforma Protestante.

En esta época el Imperio Bizantino se tambaleaba por los turcos; la economía europea estaba en crisis y las revueltas se propagaban. Esta etapa de crisis afectó al pensamiento: el escolasticismo de la Edad Media cae en un escepticismo radical. Los primeros pensadores cristianos concedían una primacía al espiritualismo sobre lo material, existía una visión providencialista, el poder de los Papas sobrepasaba al de los Príncipes y esto dio lugar a inicios del Renacimiento a enfrentamientos entre ambos poderes.

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Teorías de inicios del Renacimiento proponen que el gobierno es una institución terrenal pero de origen divino. Surgen entonces nuevos pensadores que renuevan la teoría política, exigiendo la separación de poderes: el gobierno es una institución terrenal de invención humana que no tiene nada que ver con la divinidad. Uno de los primeros teóricos en afirmar esta otra teoría fue Dante, que, en su obra De Monarquia defiende la autoridad civil sobre la eclesiástica. Otros tantos pensadores también proponen esta división.

La teoría política de este periodo llega a su apogeo con Nicolás Maquiavelo, pensador que influirá posteriormente en el pensamiento del Barroco. Como secretario de la Cancillería florentina, cumple numerosas misiones al servicio del gobierno de su ciudad. Es un excelente observador y en sus escritos refleja el apasionante mundo político de su época.

Su vida y personalidad se hubiera limitado a la urgente y múltiple actividad diplomática si sus rivales no le hubieran enviado al destierro durante doce años. En el retiro redacta las obras que lo han inmortalizado. En ellas se presenta un conjunto de máximas prácticas, sugeridas por sus observaciones personales y el estudio de la historia romana.

Maquiavelo propone por primera vez la total separación de poderes entre la Iglesia y el Estado, pero incluso fue más allá: en su obra Discursos afirmó que el objetivo de un buen gobernante debía ser el bienestar de su comunidad, por tanto el soberano podía saltarse cualquier cuestión moral, ética o religiosa.

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La polémica estaba servida en los núcleos eclesiásticos, culminando con la Reforma. Todas estas ideas fueron posibles también gracias a los avances científicos de este periodo. La ciencia cobrará un fuerte desarrollo gracias al humanismo y la inquietud intelectual.

El humanismo tiene sus antecedentes en plena Edad Media, en la modernidad del pensamiento de Abelardo, filósofo francés del siglo XII, que propugno una filosofía individualista ensalzando la grandeza humana, en un momento en que domina la idea de Dios sobre lo terrenal.

El término Humanismus fue acuñado en 1808 por el alemán Netharmer, refiriéndose al valor formativo en la educación de los clásicos grecolatinos. El humanista del Renacimiento era por definición un erudito, un hombre culto, enamorado de la antigüedad y preocupado por el estudio de todas las disciplinas en el campo del saber. Se siente atraído por la filosofía de Platón.

El hombre humanista se centra en el estudio de la cultura clásica, en el estudio del hombre como individuo y en su capacidad intelectual para el estudio de todos los campos del saber: ciencia, filosofía, arte… El ideal es un hombre completo, armónicamente desarrollado en lo físico y en lo espiritual que no limita su saber a un campo concreto, sino abierto a lo universal. La plena confianza que se tiene en el hombre da lugar al antropocentrismo.

El intelectualismo de este periodo produjo grandes avances en el mundo de las ciencias, acrecentado por el descubrimiento de la imprenta que ayudó a la difusión del conocimiento por todas las cortes europeas.

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La invención de la imprenta

Aunque los chinos desde el siglo VII eran ya capaces de producir impresos, no sería sino hasta 1447 cuando se conoció la imprenta de caracteres movibles gracias a los esfuerzos de un hombre llamado Johannes Gensfleich (mejor conocido como Gutenberg) . Con él apareció una técnica de imprimir basada en la fundición de caracteres de plomo y estaño.

Se puede decir que esta técnica contribuyó en mucho a la difusión del conocimiento por el ser humano, pues antes elaborar un libro requería de muchísimo trabajo y dedicación, principalmente por parte de los monjes, para realizar una copia manuscrita de cualquier texto para su difusión.

El hombre en el terreno científico trata de profundizar en las aplicaciones y fundamentos de la ciencia; así hay un gran desarrollo de la oftalmología; las cátedras de cirugía y anatomía en las Universidades serán desarrolladas por los médicos que se van dirigiendo cada vez más por el camino práctico como Miguel Servet, quien publicó el Tratado de Terapéutica donde manifiesta ser el descubridor de la circulación pulmonar, dejando la puerta abierta para que posteriormente se descubra la circulación de la sangre.

La astronomía fue uno de los campos más importantes en el progreso científico, que influirá en el cambio de pensamiento de los europeos gracias a la obra de Copérnico De Revolutionibus Orbium Caelestium donde tira por la borda las teorías geocentristas de Ptolomeo, afirmando un sistema heliocéntrico que explica de manera más efectiva los fenómenos astronómicos observados. Se producen también extraordinarios inventos en el campo de la navegación, impulsados por el descubrimiento de América: aparecen el astrolabio y el nocturlabio, la carta náutica o portulano, inventos que facilitaron la navegación y el afán de aventura y conquista de nuevos territorios.

A partir del siglo XVI estos conocimientos comienzan a difundirse por toda Europa.

http://www.profesorenlinea.cl/universalhistoria/RenacimientoCausas.htm

Cronología:

Cronología del Renacimiento:

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El problema de los límites y de las particiones temporales del Renacimiento no es ya un problema histórico en sentido estricto, y mucho menos espiritual, sino principalmente mnemónico y didáctico; es decir, práctico. No por esto merece ser puesto aparte y despreciado como cabalismo superfluo. Ante todo, porque tiene una directa conexión con el problema mismo, bastante más importante, de los caracteres esenciales del Renacimiento; según tal determinación, convendría anticipar su principio o retardar su fin. Quien la redujera, por ejemplo, a la mecánica imitación de los autores clásicos, debería nada menos hacer comenzar el Renacimiento en el siglo IX, con el famoso despertar de la edad carolingia; aquel que ve en la actividad triunfante y en la mayor riqueza económica e intelectual de los municipios italianos el origen del movimiento humanístico, se ve obligado a escoger entre el siglo XII o el XIII; aquellos, en cambio, que consideran como la señal fundamental de este desarrollo espiritual la eclosión de un arte representativa y plástica totalmente nueva, en oposición al gótico, dominante también en Italia durante todo el siglo XIV, deberían retardar el comienzo del Renacimiento hasta las primeras décadas del siglo XV. En la elección de estas fechas influyen también, por desgracia, las envidias de las naciones. Aquellos, por ejemplo, que quisieran arrebatar a Italia el orgullo, universalmente reconocido hasta los últimos años, de haber sido la sede natural del primero y de todo Renacimiento, sostienen que este es de origen francés, y por eso se remonta al siglo XII, o insinúan que Italia esperó a la llegada de los sabios bizantinos huidos para ponerse en serio a estudiar a la antigüedad, y por ello que el humanismo, preludio y esplendor de la primera época del Renacimiento, no empieza hasta después de la caída de Constantinopla (1493). No nos entretendremos hoy en la polémica contra estos evidentes errores, ya que a nosostros nos importa solamente proponer una cronología del Renacimiento que responda a estas condiciones:

  1. Tenga en cuenta las opiniones más razonables y difundidas en torno a la esencia del Renacimiento.
  2. Respete principalmente Italia, madre primera y centro máximo del Renacimiento, ya que en otros países más atrasados y lejanos empieza a apenas en el siglo XVI y se prolonga gran parte del XVII.
  3. Esté distinguida en etapas fácilmente recordables, porque estén ligadas a acontecimientos históricos de amplia resonancia ya sean políticos, artísticos, literarios o religiosos, de manera que pueda ser aceptada sin dificultad por los eruditos.

Se trata, pues, de una convención -como son convenciones todos los períodos históricos y cada repartición en épocas y edades-; pero de una convención que podría ayudar, cuando fuera admitida, a un orden más claro y eficaz en los estudios sobre el Renacimiento. Se entiende que ciertos fenómenos o reflejos del Renacimiento se podrán observar antes y después de las fechas elegidas -cualesquiera que sean-; pero basta, para nuestra finalidad, que lo más y mejor que aquel amplio fenómeno histórico quede comprendido dentro de esos límites.

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Quien quiera comprender el Renacimiento y también el llamado prehumanismo italiano, debe remontarse, por fuerza, a los primeros años del siglo XIV. El más famoso y viejo de los prehumanistas, Albertino Mussato, nació verdaderamente en 1261; pero sus obras mayores son precisamente del primeros del siglo XIV, y, como todo el mundo sabe, fue coronado el día de Navidad de 1315. Tal acontecimiento, sin embargo, no nos parece que tenga tanta importancia como para hacer de él el primer acto de una nueva era de la civilización europea. Hay, en cambio, a principios de siglo, una fecha bastante más notable, porque está ligada a dos nombres grandísimos. En 1304 Dante empieza a componer -según una fundada opinión- la Divina Commedia, y en aquel mismo año nace, en Arezzo, aquel que no solo fue el mayor lírico de amor de los tiempos modernos, sino también el primer apasionado y trabajador humanista: Francesco Petrarca. Añádase que en 1303 moría derrotado Bonifacio VIII, el Papa de la Unam Sanctam, y en él moría, por eso, aquella idea de la teocracia universal que había sido uno de los más sublimes sueños de la Edad Media. Nos parece, pues, que el 1304 podría ser adoptado -con las advertencias ya dichas- como fecha simbólica y convencional del inminente Renacimiento.

Por lo que respecta a la fecha final, nos parece que que podría ser el 1564. En 1564, en efecto, muere Miguel Angel, aquel que se eleva como símbolo y síntesis del Renacimiento artístico desde finales del siglo XV a finales del siglo XVI, y con su muerte empieza, en el arte, la edad del barroco, por él mismo anunciada y anticipada. Poco antes, en 1563, se habría cerrado el Concilio de Trento, y en 1564 empieza, por ello, la llamada Contrarreforma, que en algunos aspectos prosiguió, pero en el conjunto contradijo, los espíritus y las formas del Renacimiento. En 1564, en fin, nace Galileo, con el cual comienza aquella que fue llamada nueva ciencia; es decir, el predominio del estudio matemático de la Naturaleza y el fin del humanismo. No se trata, pues, de un año elegido al azar, sino del sincronismo de tres conclusiones y tres comienzos. Dirán acaso que con esta fecha se divide en dos la actividad de algunos grandes epigonos del Renacimiento; por ejemplo, de Tasso (1544-1595), de Palestrina (1524-1594) y del último gran humanista y filólogo italiano de aquella época, Pietro Vettori (1499-1583). Pero hay que hacer notar que Vettori contaba ya sesenta y cinco años en 1564 y había ya cumplido la mayor parte de su trabajo, y que Tasso y Palestrina, ambos fuertemente inspirados por la refloreciente devoción católica, entran mejor en la Contrarreforma que en el Renacimiento. El cual, si las fechas propuestas fueran aceptadas, tendría una duración de doscientos sesenta años: del nacimiento de Petrarca a la muerte de Buonarroti (1304-1564). (Giovani Papini, La imitación del padre)

http://www.mgar.net/var/renacimi2.htm

2)

La Historia de la Arquitectura del Renacimiento, como éste mismo, suele dividirse en dos grandes períodos denominados en italiano por el numeral de los años:1

http://es.wikipedia.org/wiki/Arquitectura_del_Renacimiento

3)

Los mecenas eran personas bastante adineradas que patrocinaban a los artistas en la Edad media existieron varios de ellos, que patrocinaron a boticeli, d¨vinci, rafael, Donatelo y otros artistas. En síntesis un mecenas es una persona que ayuda económicamente a otra para que estudie, desarrolle una idea, etc.

Las familias poderosas Sforza y Médicis en Florencia renacentista apoyaban a artistas fuera del círculo oficial, pintores e inventores de talento extraordinario como Da Vinci o Miguel Ángel para consguirles grandes obras con el papado, que generalmente gustaba de trabajos convencionales. Mecenazgo, algo así como los capitalistas de hoy con fines filantrópicos en el arte, ¿viene de las cenas opulentas que ofrecían? No (**)…


Lorenzo «Il Magnífico» de Medicis gobernó Florencia entre 1469 cuando tenía 20 años (muerte del padre Piero quien había amasado 238 mil florines en fortuna) hasta 1492 antes de Colón partir en Palos, un asalariado ganaba 20 florines al año. Muerto Lorenzo, su hijo también Piero condujo a los Médicis al despotismo, fue al destierro por Carlos VIII y el papa Clemente VII puso a Florencia en manos de los Médicis. El «Banco Médicis» poseía filiales en toda Europa («Wall Street» del Renacimiento), eran los banqueros del Vaticano.

La palabra Mecenas es una alusión a Cayo Mecenas, diplomático y escritor romano de linaje etrusco, amigo y consejero de Octavio Augusto, protector de Horacio y Virgilio, ni más ni menos (Enciclopedia Salvat).
En 1993, la Toscana rindió homenaje a Lorenzo di Médicis por sus 400 años y Emiliano Camponesi de la Fac de Medicina en Florencia descubrió, o eso dijo, por qué «Il Magnífico» era un genio del «holding» e impulsó a talentos como Boticelli. ¡Su cerebro pesaba un mil 548 gramos, 200 más que el común de los italianos actuales , cálculo basado en su masa craneana.

Eran antiguamente los que pagaban a los artistas para estos realizaran sus obras artisticas, pintura musica etc… generalmente gente de la realeza, las cortes o grandes jerarcas de la iglesia.

http://losmecenos.blogspot.com.es/

4)

Arquitectura del Renacimiento

Sin título 17

El Renacimiento en España tarda en penetrar desde Italia, especialmente por la fuerza que el gótico final isabelino tiene en nuestras tierras.

De hecho, la primera manifestación de la arquitectura renacentista en España, como es el Palacio de los Duques de Medinaceli de Cogolludo (Guadalajara) muestra una simbiosis de estilos. Por un lado, imita con su estructura arquitectónica los palacios del Quattrocento italiano, incluyendo puerta y aparejo de sillería almohadillada. Sin embargo, la crestería y sus ventanales son todavía claramente tardogóticos.

Fases de la arquitectura del Renacimiento

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En el largo siglo que recorre la arquitectura renacentista en España se sucederán las corrientes estilísticas, en especial el plateresco y, sobre todo, en el tramo final el grave y austero herreriano, que incluso llegará a fundirse con el primer barroco español de comienzos del siglos XVI.

Plateresco

La arquitectura plateresca corresponde a la primera mitad del siglo XVI en el contexto de una arte oficial dominado por la poderosa monarquía de los Reyes Católicos, primero y de Carlos V, después. En él se combinan estructuras arquitectónicas del gótico final flamígero o isabelino con elementos decorativos venidos de Italia, que además incorpora elementos mudéjares.

Las características decorativas del plateresco es la profusión de filigrana de piedra (de ahí su nombre, pues imita el trabajo de los orfebres) a base de medallones en las fachadas, los frontones y enjutas, los entablamentos y basamentos, los grutescos, los festones, las columnas balaustradas, todo ello decorando las fachadas de los edificios que, sin embargo, tienen la típica estructura gótica de pilares fasciculados soportando bóvedas de crucería compleja.

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Una de las construcciones que mejor refleja el momento de fusión de ambos estilos es el Palacio del Infantado en la ciudad de Guadalajara.

Aunque el plateresco castellano es especialmente abundante en ciudades como Toledo, Valladolid o Salamanca, etc., es en esta última donde encontramos algunas de las obras más interesantes, debido a su gran calidad plástica y finura, hecho al que no es ajena la buena calidad de la piedra caliza salmantina.

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Sobresale especialmente la archiconocida fachada de la Universidad, de autor desconocido, constituida como un paño decorativo, independiente del edificio, donde los temas decorativos, de flores, medallones, escudos y grutescos, ofrecen un inusitado ritmo.

Otro edificio religioso de estilo renacentista plateresco es el monumental Convento de San Esteban, obra de Juan de Álava. cuya fachada, interpretada como un gran paño decorativo, tiene una portada de grandes dimensiones rodeada de escultura.

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No olvidamos citar la fachada de la catedral nueva y, en el contexto del plateresco civil, la curiosa Casa de las Conchas.

Estilo herreriano

El estilo hereriano es consecuencia de la situación social, religiosa y política de España durante la segunda mitad del siglo XVI.

Y es que, a partir del reinado de Felipe II, la corriente de austeridad católica impregna la sociedad española de la Contrarreforma alcanza también al arte y a la arquitectura.

El ejemplo más destacado, sin duda, de este periodo es el Monasterio del Escorial (1563-1584) donde se reúne monasterio, iglesia, palacio y panteón real.

Es un edificio derivado de fuentes italianas, pero de gran sobriedad y desornamentación, lo que unido a su colosal tamaño, le confiere una solemnidad aplastante.

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Juan Bautista de Toledo inicia las obras. A él se deben la planta general del edificio, la fachada meridional y el patio de los Evangelistas.

Le sucedió, como arquitecto general principal, el italiano Giovanni Battista Castello «el Bergamasco», que construyó la gran escalera a la imperial del interior, la primera de este tipo en Europa.

Juan de Herrera (que dá nombre al estilo herreriano) dirigió la obra desde 1572 hasta el final, y le imprimió su sello característico. Este arquitecto, estudioso de las teorías del romano Vitrubio, va a influir decisivamente en la arquitectura española del último cuarto de siglo y en el siglo XVII. Tal es su transcendencia que a esta corriente de la arquitectura del renacimiento en España se le ha dado un nombre propio: Arquitectura Herreriana.

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Otras obras de Herrera serán la Lonja de Sevilla y la catedral de Valladolid.

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http://www.arteguias.com/arquitecturarenacimiento.htm

5)

En 1418, Brunelleschi gana un concurso convocado para la terminación de la catedral de Florencia, a la cual le faltaba por construir la cúpula. El primer problema con el que se tiene que enfrentar el arquitecto es el reto de trabajar en un edificio prácticamente terminado en un estilo anterior, el gótico. Brunelleschi con su solución consigue una integración del edificio anterior con la nueva estructura, al mismo tiempo plantea algo completamente novedoso.

Pero la construcción de la cúpula suponía ante todo un problema técnico: no era fácil cubrir un espacio de más de cuarenta metros de diámetro. El libro de Vasari nos cuenta multitud de anécdotas sobre los problemas de la construcción de la cúpula, desde los viajes de Brunelleschi a Roma para estudiar el problema hasta una reunión de arquitectos llegados de toda Italia para proponer una solución o la imposición de una serie de colaboraciones con viejos maestros. Realmente no es hasta 1423 cuando Brunelleschi es nombrado inventore e governatore della cuppole maggiore, momento a partir del cual puede desarrollar su plan con independencia.

Hasta no hace mucho tiempo, se había aceptado sin discusión la tradición recogida por Vasari, según la cual Brunelleschi buscó la solución en las antiguas cúpulas romanas, encontrando, en uno de sus viajes para el estudio de las ruinas, el secreto del sistema de los antiguos. Como modelo de la cúpula de Florencia se citaba la cubrición del Panteón de Roma. Sin embargo, la semejanza entre ambas cúpulas estriba sólo en sus dimensiones, ambas tienen casi el mismo diámetro. En el Panteón, su cúpula se apoya sobre los enormes muros cilíndricos en los que se encuentra medio empotrada, mientras que la cúpula de Florencia se tenía que levantar en medio de una iglesia y Brunelleschi la sitúa en un tambor octogonal, dejándola completamente al aire. La construcción también es distinta. La cúpula del Panteón de Roma es un macizo de hormigón y ladrillo, mientras que la de Florencia va a subdividir su peso con una cúpula interior más baja y semiesférica y una cúpula externa de arcos apuntados que reparte los empujes de la interior. Esta combinación permite contrarrestar los empujes horizontales de la bóveda interior, con el peso, en sentido contrario de la cúpula exterior. El modelo inspirador de este sistema es la arquitectura medieval, las cúpulas románicas cistercienses, siendo esféricas, se encontraban dentro del cimborrio, torre cuadrada u octogonal que por medio de su peso actuaba como fuerza vertical, contrarrestando el empuje horizontal de la bóveda. Pero Brunelleschi va más allá, reune las dos cúpulas en los ángulos por medio de cestillas y cincha la cúpula interior con grandes anillos de madera que se unían entre sí con vigas de hierro. Lo que más asombro causó en el momento de su construcción fue el que no se utilizó el sistema de cimbras, sólo se usó un castillo de madera para que pudieran trabajar los operarios, mientras que la cúpula se cerraba a medida que iba subiendo.

Al valor de su magnitud y su sistema técnico se une el de su belleza y su elegancia caracterizando el perfil de Florencia. La cúpula no sólo coordina, unifica y centraliza el espacio total del edificio, sino que repercute sobre todo el espacio urbano. Con sus ligeras curvas y su altura, se une al horizonte natural de las colinas que rodean Florencia convirtiéndose, no sólo en el exponente del orgullo ciudadano, sino en el símbolo de la ciudad estado y su territorio.

Brunelleschi, por su obra, recibió la unánime admiración de todos los intelectuales florentinos de su tiempo, admiración que le han seguido dispensado las generaciones sucesivas. Es indudable que para realizar esta obra tuvo que desarrollar una constancia y una disciplina de estudio, por la que consigue conjugar de una forma genial su saber sobre las antigüedades romanas, los cimborrios medievales y las cúpulas bizantinas, produciendo una obra original en todos los sentidos.

http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=brunelleschi-filippo

6)

Arquitectura religiosa: el templo.
Los nuevos elementos arquitectónicos y, en especial, la cúpula, plantean problemas fundamentales que afectan a la traza general del edificio. Se busca un tipo de templo que aúne la utilización de los elementos clásicos y las necesidades derivadas del culto y la liturgia cristiana. Era preciso compaginar la grandiosidad de los edificios clásicos y el carácter aéreo de la arquitectura gótica; pues si la primera imponía por su solidez, la segunda se distinguía por la luminosidad de sus interiores. Si los arquitectos góticos lograron, o buscaron, desmaterializar el cuerpo del edificio y borrar los límites espaciales, el arquitecto renacentista se inspirará en las formas geométricas básicas, que ya se encontraban en los edificios clásicos. El círculo y el cuadrado, el cubo y la esfera, el cilindro, son las formas más adecuadas, gracias a su perfecta regularidad y racionalidad. La dinámica lineal y ascendente del gótico será desplazada por la lógica claridad del clasicismo.

Dos tipos de templo se consolidan:
· El
modelo de planta basilical, inspirado en la basílica paleocristiana.
· El
modelo de planta centralizada, inspirado en el Panteón de Roma y en los modelos bizantinos.
· El deseo de fundir ambos modelos conduce al prototipo ideado por Alberti en San Andrés de Mantua, de iglesia de
planta basilical de una nave con capillas laterales y crucero con cúpula, en la que la gradación lumínica está perfectamente lograda al concentrarse la luz en el crucero y el presbiterio.

http://tom-historiadelarte.blogspot.com.es/2007/02/la-arquitectura-del-renacimiento.html

7)

La Basílica de San Pedro del Vaticano se levanta sobre la tumba del Apóstol, ubicada en una necrópolis del siglo I. La primera basílica vaticana fue construida por Constantino en el siglo IV, y estuvo en pie durante más de 1.000 años, hasta que los Papas del Renacimiento la derribaron para poder levantar una nueva basílica sobre la tumba de San Pedro.

Sus dimensiones eran tan gigantescas que la empresa parecía irrealizable, y estuvo a punto de sucumbir. Las obras duraron 160 años y en ellas trabajaron artistas de primer orden. La fachada de Maderno, la cúpula de Miguel Ángel, o la Plaza de Bernini son únicas en el mundo… pero la primera vez que uno penetra en el interior de la basílica recibe una impresión casi sobrecogedora.

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Hay quienes recomiendan dejar la visita a San Pedro para el último día, porque después de estar aquí todo lo que se visita a continuación parece pequeño y pobre. Otros piensan justo al revés: primero lo más importante, por si acaso. Recogiendo las dos argumentaciones, nosotros aconsejamos realizar la visita a mitad de estancia.

La entrada a la basílica es gratis, y suele haber colas de acceso, pues hay que pasar previamente por los detectores de metales.

Puntos de interés en la Basílica de San Pedro

Aquí tienes los principales puntos de interés en el interior de la basílica. Se señalan también los puntos de acceso a otras visitas dentro del Vaticano.

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  1. Estatua ecuestre de Constantino* (Bernini)
  2. Puertas de bronce** (Filarete, s.XV). Estaban ya en la antigua basílica
  3. La Piedad***. Una absoluta obra maestra, realizada por Miguel Ángel con 23-25 años
  4. Disco de pórfido donde se arrodilló Carlomagno (año 800) al ser coronado emperador
  5. Longitud de las principales iglesias del mundo, señalada en el pavimento. La de San Pedro, con 186 m., es la mayor
  6. Estatua de bronce de San Pedro***, conocida como El Pescador. De origen incierto, probablemente obra de Arnolfo di Cambio, s.XIII
  7. Baldaquino de bronce*** (Bernini)
  8. Tumba de San Pedro***
  9. Interior de la cúpula***. Está decorada con mosaicos, como toda la basílica, aunque parezcan frescos.
  10. Pilares de las reliquias: Longinos* (Bernini), con la lanza; San Andrés con la cruz en aspa; Santa Elena con la cruz y La Verónica con el velo en las manos
  11. Monumento de Clemente XIII*** (Cánova). La zona suele estar cerrada y sólo se ve de lejos
  12. La Cátedra de San Pedro***
  13. Monumento de Pablo III Farnese*** (Guglielmo della Porta, discípulo de Miguel Ángel). Uno de los mejores monumentos de la basílica. Habitualmente sólo se puede contemplar de lejos
  14. Monumento de Urbano VIII*** (Bernini). Rivaliza en calidad con el de Pablo III
  15. Monumento de Alejandro VII* (Bernini, siendo ya anciano)
  16. Entrada al Museo del Tesoro
  17. Monumento de Inocencio VIII** (Pollaiolo, s.XV). Un monumento extraordinario. Por desgracia, está muy elevado y no se aprecia bien.

Puntos de interés en la Plaza de San Pedro

Aquí tienes los principales puntos de interés de la Plaza de San Pedro, y algunos lugares de acceso que podrían serte útiles:

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  1. Obelisco Vaticano, procedente del Circo de Nerón
  2. Punto de alineación de las columnas
  3. Pasetto que enlaza con el Castillo de Sant’Angelo
  4. Ventanas de las habitaciones del Papa
  5. Controles de la entrada a la Basílica
  6. Portone di bronzo
  7. Capilla Sixtina, con la chimenea de la fumata de los cónclaves
  8. Distintos servicios vaticanos: Posta Vaticana, punto de información, primeros auxilios, baños y Librería Vaticana
  9. Entrada hacia el Aula Pablo VI (audiencias) y Necrópolis Vaticana
  10. Aula Nervi o Pablo VI

http://www.audioguiaroma.com/san-pedro-vaticano.php

8)

a)

Arquitectura del Quattrocento

El retorno a las formas clásicas características del arte renacentista se dejará sentir en la arquitectura del momento en toda la serie de motivos decorativos provenientes de la Antigüedad, tales como guirnaldas, grutescos, capiteles corintios, etc. Sin embargo la principal novedad no radicará tanto en la forma como en el diseño estructural; el cambio apreciable a lo largo del paso de la Edad Media a la Edad Moderna concretado en la sustitución del pensamiento religioso por el espíritu crítico y empirista tendrá consecuencias en la forma de percibir el espacio y el tiempo (la cual repercutirá a su vez en la arquitectura del momento).

Frente a la verticalidad propia de las catedrales góticas (símbolo del intento de unión del hombre con Dios), en el Renacimiento será la tendente horizontal la gran protagonista, junto con la perspectiva, que concreta la mirada en un punto de fuga, y la proporcionalidad entre las partes. Además, se plantean ahora planes centrales en la construcción, no sólo por la influencia de la herencia clásica sino también porque son mucho más adecuados a la «medida» de la percepción humana que los longitudinales.

Los espacios interiores se diseñan para que el hombre pueda abarcarlos de un golpe de vista, rompiendo con la tradición fragmentaria y secuencial de la Edad Media (el arte medieval necesitaba de varios «tiempos» para poder ser apreciado en su totalidad, frente a lo que sucede con el renacentista, en el que se intenta que toda la composición puede ser entendida de una vez). Éstos van a ser unitarios, ligeros y diáfanos, además de que, en la búsqueda de la coherencia estructural, se recurrirá al uso de las matemáticas a la hora de proyectar el edificio.
Junto con esto, la aparición de una clase media profana con influencia y dinero va a favorecer el desarrollo de la arquitectura civil, dando como resultado la realización de bellos ejemplos de palacio, desligándose así la casi totalidad de la arquitectura del poder religioso.

Principales arquitectos del momento van a ser Filippo Brunelleschi (artífice de la audaz y grandiosa cúpula de la Catedral de Florencia, la Capilla Pazzi o el famosísimo Palacio Pitti), Michelozzo (autor del Palacio Médicis-Riccardi), Leo Battista Alberti o Giuliano da Sangallo.

http://www.arteespana.com/quattrocentoitaliano.htm

b)

https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=KEUpoLPgzU8

Comentario

El Palacio de los Medici en Florencia, construido en 1444 por Michelozzo, se convirtió en el prototipo del palacio florentino. Su planta es casi simétrica, con un patio interior porticado como espacio central que actúa de distribuidor de las diferentes estancias. Tiene tres pisos, estando la planta baja de la fachada articulada con un almohadillado inspirado en el Palazzo Vecchio. En los pisos superiores decrece el aspecto rústico, rematándose con una espléndida cornisa.
Entre los años 1489 y 1507 Benedato da Maiano levanta el Palacio Strozzi, tomando como modelo el palacio Medicci, también con tres pisos, almohadillado decreciente y amplia cornisa en voladizo, creando un espectacular juego de luces y sombras.
Hacia 1456 inicia Alberti el Palacio Rucellai en cuya fachada las verticales de los tres pisos quedan marcadas por las pilastras de órdenes clásicos. La alternancia vano-muro-pilastra marca un ritmo perfectamente armónico. Al igual que el Strozzi y el Medici, este palacio también se remata con una cornisa.
En Roma, un discípulo de Alberti construye hacia 1485 el palacio de la Chancillería, con una fachada de clara inspiración florentina, diferenciándose del Palacio Rucellai en la ausencia de pilastras empotradas en la planta baja y los anchos espacios que separan sus ventanas.

http://www.artehistoria.com/v2/videos/752.htm

9)

Escultura del Renacimiento

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La escultura del Renacimiento en España tiene una clara influencia italianizante, a la que no son ajenas al relación entre Aragón e Italia.

A pesar de su marcado clasicismo, la gran influencia católica española hace que los temas mitológicos sean superados por los religiosos y los funerarios, desapareciendo casi por completo el desnudo.

Se trata de una escultura de hondo sentido religioso y de gran emotividad.

Presenta gran originalidad por los materiales empleados. Tal es el caso de la escultura hecha en madera policromada con la técnica del estofado, técnica empleada de manera casi sistemática en los retablos.

Primera Etapa de la Escultura del Renacimiento en España (Primer tercio del siglo XVI)

En esta primera fase hay escultores italianos y algunos españoles.

A principios del siglo XVI, son destacables los escultores Domenico Fancelli autor de la tumba de los Reyes Católicos en la catedral de Granada y el sepulcro del Infante Don Juan en Santo Tomás, de Ávila.

También son destacables los escultores Pietro Torrigiano y Vigarny, autor este último del Retablo de la Catedral de Granada, en madera policromada.

Hay que citar a Vasco de la Zarza, creador del sepulcro del obispo Alonso de Madrigal, «el Tostado» de la catedral de Ávila.

Más apegadas al mundo gótico anterior son las obras de Bartolomé Ordóñez (Sepulcro de Juana La Loca y Felipe el Hermoso en la Catedral de Granada) y Diego de Siloé, especialista en altares y sepulcros.

Segunda Etapa de la Escultura del Renacimiento en España (Segundo tercio del siglo XVI)

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En el segundo tercio del siglo XVI, los resabios góticos en la escultura del Renacimiento en España desaparecen para alcanzar el clasicismo pleno, incluso alcanzando una fase ya manierista del estilo. El principal centro artístico es Valladolid..

Las figuras más destacadas son Alonso de Berruguete y Juan de Juni.

El primero fue hijo del pintor Pedro Berruguete y se formó en Italia por lo que en su obra se aprecia influencia de Donatello y Miguel Ángel, pero creando un estilo propio con acusado alargamiento de las figuras, expresión de angustia y posiciones inestables.

Algunas de sus mejores obras de Alonso Berruguete son el retablo de la Mejorada de Olmedo, los retablos de las iglesias de Santiago y San Benito en Valladolid, la sillería de coro de la Catedral de Toledo y el sepulcro del Cardenal Tavera en Toledo.

Por su parte, Juan de Juni, se ve influido por Jacopo della Quercia y Miguel Ángel. Fue el autor de obras como el Santo Entierro (retablo de la catedral de Segovia) y la figura orante de San Segundo en Ávila.

Tercera Etapa (Último tercio del siglo XVI)

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Por último, en el último tercio del siglo, aparecen las últimas figuras de la escultura del Renacimiento en España, como son Gaspar Becerra (Retablo de la catedral de Astorga.) y León Leoni y Pompeyo Leoni, grandes retratistas y autores de diversas estatuas de bronce de El Escorial.

http://www.arteguias.com/esculturarenacimiento.htm

10)

Biografía y obra de Miguel Ángel Buonarroti

Introducción a uno de los genios del Renacimiento italiano: Miguel Ángel Buonarroti (1475 -1564)

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Arquitecto, pintor y, ante todo, escultor, Miguel Ángel es el máximo exponente de la larga lista de ingenios individuales que el Renacimiento italiano alumbrará. Asimilable en sus inicios a la corriente del Cinquecento, en su magnífica obra es apreciable, casi desde los comienzos de la misma, una potente manifestación de los sentimientos que derivará en monumentales y poderosas figuras por completo manieristas (no sin motivo, se acuñará el gráfico término «terribilitá» para describirlas).

Vida y obra de Miguel Ángel Buonarroti

En Caprese, provincia de Arezzo, nace Miguel Ángel en el año de 1475, en el seno de una familia noble: los Buonarroti. Ya desde pequeño su vocación queda manifiesta, tomando su padre finalmente la decisión de enviarlo a formarse al taller del pintor Domenico Ghirlandaio. Sin embargo, y a pesar de que con dicho maestro su aprendizaje en el campo del dibujo es indiscutible, será en la escuela creada por los Médici en el Jardín de San Marcos donde Miguel Ángel se revele realmente como el gran escultor que llegará a ser.

Es en este ambiente donde va a entrar en contacto por primera vez con el conocimiento de obras legadas por la Antigüedad clásica, resultando éste un factor decisivo en su producción posterior. Pronto despuntará entre sus coetáneos, llamando la atención de Lorenzo de Médici, quien desde este momento y hasta su muerte se convertirá en mecenas y admirador del genio miguelangelesco. De esta etapa inicial datan diversos encargos que algunos amigos realizarían al artista, además de lo que habrían sido sus «falsificaciones artísticas».

Es a la muerte de su protector cuando Miguel Ángel inicia verdaderamente su trayectoria profesional, surcada por diversos viajes e importantes encargos. Tras una estancia en Bolonia en 1494, donde dejará esculpido un ángel para Santo Domingo de Guzmán y descubrirá el trabajo de Jacobo Della Quercia, regresa nuevamente a Florencia por un breve lapso de tiempo antes de iniciar su primer viaje a Roma. En dicha ciudad, donde permanece en esta ocasión entre los años de 1496 y 1501, va a realizar su famosísima, delicada y perfecta Piedad del Vaticano (obra de la que el artista, ya en vida, se sentía especialmente orgulloso, como demuestra el hecho de que la reconociera con su firma, circunstancia única en su producción).

De vuelta en Florencia, Miguel Ángel realizará una serie de obras «menores» (caso de los tondos ejecutados para Tadeo Taddei y Bartolomeo Pitti o el San Mateo para Santa Maria dei Fiore), siendo lo más destacable de entre las piezas que va a llevar a cabo en este periodo su monumental estatua del David (1502-1504), obra cumbre de todo el arte imitativo de la Antigüedad por lo que de perfección en la ejecución, belleza en la forma y originalidad en la manera de abordar la tipología posee.

Pero Miguel Ángel no es tan sólo escultor (aunque así lo habría deseado el artista en vida), acometiendo, por estas fechas asimismo, el encargo realizado por Piero Soderini de decorar con un episodio de la guerra de Pisa parte de la Sala Grande del Consejo de Florencia, en la que ya estaba trabajando Leonardo da Vinci. El cartón de esta obra, maestro de un sinnúmero de posteriores artistas, mostraría ya la tendencia a la dramatización y tensión de los cuerpos que posteriormente se apreciará en su obra pictórica cumbre, la Capilla Sixtina.

Tal era la admiración que entre sus coetáneos levantaba Miguel Ángel que el propio Papa Julio II le convertirá en el responsable de un proyecto de una envergadura colosal, su tumba, encargo que a la postre tan sólo generará disgustos y frustración al artista. La muerte del Papa, el desinterés de sus sucesores en la finalización del mausoleo, la escasez de fondos para llevar a cabo el diseño original o la propia dispersión a la que sometía Julio II a Miguel Ángel con la encomienda de diversos encargos solapados, dieron como resultado que la ejecución de la obra se alargara durante décadas (1505-1550), llegando a finalizarse tan sólo una modesta versión de la tumba materializada en un sepulcro de pared que incluía la escultura, entre otras (la mayoría dispersas hoy día), del Moisés (hacia 1513-1515).

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Varios serán los encargos en este periodo que mantendrán a Miguel Ángel alejado de dicho proyecto funerario, entre ellos la decoración de la Capilla Sixtina, solicitada por el Papa Julio II igualmente.

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Miguel Ángel iniciará los trabajos en la bóveda de la capilla en 1508 y los finalizará en 1512 (posteriormente, en 1534, habiendo recibido el encargo de pintar la pared de la misma, ejecutará un manierista Juicio Final); a pesar de la energía que el genio derrochaba en cada uno de los proyectos que llevaba a cabo, éste en concreto puede dar buena idea de la fortaleza de su carácter, de su capacidad y de su determinación.

Decidido a realizar una decoración fabulosa capaz de asombrar a quienes la vieran y superar a pasados, presentes y futuros artistas, en primer lugar hubo de aprender la técnica del fresco, pues de esta manera decidió trabajar aún no siendo ducho en la forma de prepararla. Catorce años pasó pintando sólo, creando este ingente y complejo universo bíblico, repleto de belleza, perfección y terribilità.

Posteriormente a esta segunda etapa romana ya vista, vendría otra florentina (1513-1534), marcada por el mecenazgo de otros dos Papas, León X y Clemente VII, para quienes llevará a cabo obras como la de fachada (no construida) de la iglesia de San Lorenzo, la construcción de la escalera de la biblioteca Laurenciana (1524) o una serie de sepulcros conmemorativos de diversos miembros de la familia Médici (a la que pertenecían sendos pontífices). Destacables son las esculturas alegóricas del tiempo realizadas para acompañar las tumbas de los duques Lorenzo y Giuliano de Médici (especial atención suscita la representación del Día, con su cara desfigurada en clara alusión al sol que deslumbra la vista).

En su vejez (1546) se hará cargo de otro importante proyecto: la finalización de las obras de la basílica de San Pedro del Vaticano, cuya cúpula se convertirá posteriormente en paradigma a seguir en buena parte del mundo.

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Básicamente, Miguel ángel tomará el plan trazado por Bramante y lo mejorará visualmente mediante la supresión de las torres laterales y la modificación de perfiles, permitiendo que la cúpula se erija en eje central de la composición.

Cansado de los hombres y desencantado del mundo, estos años marcan el inicio del cambio; a partir de este momento la lozanía y fortaleza de sus composiciones deriva en un misticismo desgarrado, que sin embargo para muchos dará como resultado algunas de sus mejores obras. Es su última época en Roma, adonde llegará en el año de 1534, permaneciendo hasta su muerte.

También son los años de su platónica relación con Vittoria Coonna, cuya amistad reforzará esa tendencia a la espiritualidad apreciable en su producción última. Terribles y absolutamente precursoras son sus Deposiciones de estos años (en las mismas se puede apreciar claramente la idea repetida hasta la saciedad, aunque no por ello menos cierta, de la capacidad de Miguel Ángel de «extraer vida de la piedra»), ejemplo clásico de las cuales ha de señalarse la Piedad Rondanini.

http://www.arteespana.com/miguelangelbuonarroti.htm

11)

La Pintura Renacentista

Secularmente se ha considerado a Italia como cuna del Renacimiento. En el caso español, y valenciano en particular, podemos afirmar que Valencia fue la primera receptora de las modernas corrientes pictóricas italianas. Esta primacia se debe a la llegada a esta ciudad de pinturas procedentes de allá y al desplazamiento o intercambio de artistas entre uno y otro país.

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Museo de Bellas Artes de Valencia. Sala de pintura renacentista.

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Bernardino di Betto Bardi, Il Pinturicchio Virgen de las Fiebres. Tabla, hacia 1497.

Entre las pinturas importadas destaca, por su singular belleza, la tabla de la Virgen de las Fiebres, única obra conocida de Il Pinturicchio en España, traída por los Borja para su capilla en la Seo setabense.
Pero es a través de los viajes de artistas de donde procederán la mayor parte de las enseñanzas pictóricas del Renacimiento. Así ocurre con los pintores Francesco Pagano, Ricardo Quartararo y Pablo da San Leocadio traídos por el cardenal Rodrigo Borja para trabajar a su servicio en la Catedral de Valencia. De este San Leocadio, el Museo conserva una Virgen con el Niño y San Juanito, obra de hacia 1510 en la que se refleja una clara evocación leonardesca por la influencia en esos años de los Hernandos.

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Pablo de San Leocadio. Virgen con el Niño y san Juanito. Tabla, hacia 1510.

Sin embargo, será el efecto inverso, es decir, el viaje de artistas españoles a tierras italianas, importando el lenguaje del Renacimiento cincuecentista, el que mayor repercusión tenga en Valencia. Así sucede con los Hernandos, Hernando de los Llanos y Hernando Yánez de la Almedina, quienes tras salir del entorno de Leonardo da Vinci en Florencia asimilando su técnica, tipos y maneras, se asientan en Valencia en 1506 introduciendo importantes novedades, que revolucionarán la pintura valenciana del quinientos. El prestigioso ejercicio de su arte se pone de manifiesto en una serie de tablas, de pequeño formato, con la Aparición de Cristo resucitado a la Virgen, San Vicente Ferrer y San Antonino de Florencia, San Bernardo expectante ante La Virgen con el Niño y Santa Ana, y Ecce Homo, en las que resalta el estilo severo y monumental que sólo una madurez pictórica es capaz de conseguir; y en grandes composiciones como Resurrección de Cristo, que es toda una lección de reposada grandeza, concebida con un colorido intenso y estudio de las líneas ortogonales de distribución matemática.

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Fernando Yáñez de la Almedina. Aparición de Cristo resucitado a la Virgen. Tabla, hacia 1515.

Su maestría encontró eco en toda una serie de artistas locales seguidores de sus planteamientos estilísticos, que serán puestos de manifiesto en las obras de Miguel Esteve como San Miguel, de evidente rostro leonardesco, o la Sagrada Familia, cuya delicada escena transcurre en un depurado marco arquitectónico; Miguel del Prado en un grandioso Retablo de San Vicente Ferrer, cuyo colorido y formas son plenamente hernandianas; el Maestro de Alcira, con figuras macizas ejemplificadas en San Miguel; o Felipe Pablo de San Leocadio con San Roque y San Sebastián, que distorsiona sus cuerpos desde los supuestos del primer manierismo.

Sin título 39

Miguel Esteve. Sagrada Familia. Tabla, hacia 1515 – 1520

En la evolución de la pintura renacentista valenciana, al adoctrinamiento leonardesco, se suma ahora lo rafaelesco a través de los Macip, quienes desarrollaron un arte personal y popular, amparándose en temas de la devoción valenciana del quinientos. La personalidad más importante la ejerce el padre de la dinastía, el ya mencionado Vicente Macip, quien en su madurez alcanzó un arte de corte romano, clásico y monumental, imitando a Sebastiano del Piombo. Suyo es San Sebastián, de gran sustrato yañezco, y una Última Cena, llena de movimiento y tensión de inspiración leonardesca. Le sucedió su hijo Juan Vicente Macip, más conocido como Joan de Joanes, que si bien gozó de mayor predicamento que su padre, su arte no puede parangonarse con la originalidad de aquel, pues se limitó a divulgar el estilo paterno dulcificándolo e incorporándole sentimentales elementos devocionales, como se aprecia en la Asunción de Nuestra Señora y en las Bodas místicas del Venerable Agnesio, ejemplo del arte renacentista plenamente asimilado en una sacra conversación repleta de ensoñación y delicadeza resuelta por una triple triangulación en la que se incluye el retrato del Venerable donante. O también su Salvador Eucarístico o Ecce Homo, prototipos iconográficos basados en la idealización de la divinidad de Jesucristo. Sus modelos a su vez pasarían a su hijo Vicente Joanes, continuador de las formas familiares, manifestadas en una pequeña Santa Cena.

Sin título 40

Juan de Juanes. Bodas místicas del Venerable Agnesio. Tabla, hacia 1553 – 1558.

Próximos a la tradición juanesca son el fraile jerónimo Nicolás Borrás, con obras tan celebradas como la Sagrada Familia con Santa Ana, donde evidencia la admiración que siente por la monumentalidad de las figuras de Vicente Macip; Miguel Juan Porta, con un Éxtasis de San Francisco; Vicente Requena, el Joven, con la Virgen, Santa Ana y el Niño o los monumentales San Pablo y San Jaime. Los últimos años del siglo XVI en Valencia los protagonizó Juan Sariñena, formado en Italia en torno a 1570 – 1575, desarrollando una mayor disposición hacia la pintura naturalista, según se aprecia en su San Juan Bautista con sugestivos juegos de luz y sombra, el pormenor realista, la paleta cálida y una severidad compositiva que lo convierten en la personalidad más significativa de la transición hacia el Barroco.
También el Museo contiene obra de figuras capitales en la pintura española del siglo XVI como El Greco, cuyo estilo un tanto intemporal y absolutamente personal se pone de manifiesto en un San Juan Bautista, o como el extremeño Luis de Morales con su Calvario con donante, de gran intensidad devota. Del flamenco Roland de Mois, que trabajó en España por el mismo tiempo, se conserva un hermoso Retrato de Fernando de Aragón y Borja, V Duque de Villahermosa y de Luna.

Sin título 41Vicente Macip. San Sebastián. Tabla, hacia 1540 – 1545.

Sin título 42 Domenico Theotocopuli, El Greco San Juan Bautista. Lienzo, hacia 1600 – 1605.

Sin título 43Juan Sariñena. San Juan Bautista. Tabla, 1603.

http://www.cult.gva.es/mbav/data/es0402.htm

12)

Leonardo da Vinci

Nació en 1452 en la villa toscana de Vinci, hijo natural de una campesina, Caterina (que se casó poco después con un artesano de la región), y de Ser Piero, un rico notario florentino. Italia era entonces un mosaico de ciudades-estados como Florencia, pequeñas repúblicas como Venecia y feudos bajo el poder de los príncipes o el papa. El Imperio romano de Oriente cayó en 1453 ante los turcos y apenas sobrevivía aún, muy reducido, el Sacro Imperio Romano Germánico; era una época violenta en la que, sin embargo, el esplendor de las cortes no tenía límites.

A pesar de que su padre se casó cuatro veces, sólo tuvo hijos (once en total, con los que Leonardo acabó teniendo pleitos por la herencia paterna) en sus dos últimos matrimonios, por lo que Leonardo se crió como hijo único. Su enorme curiosidad se manifestó tempranamente, dibujando animales mitológicos de su propia invención, inspirados en una profunda observación del entorno natural en el que creció. Giorgio Vasari, su primer biógrafo, relata cómo el genio de Leonardo, siendo aún un niño, creó un escudo de Medusa con dragones que aterrorizó a su padre cuando se topó con él por sorpresa.

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Recreación del autorretrato de Leonardo

Consciente ya del talento de su hijo, su padre lo autorizó, cuando Leonardo cumplió los catorce años, a ingresar como aprendiz en el taller de Andrea del Verrocchio, en donde, a lo largo de los seis años que el gremio de pintores prescribía como instrucción antes de ser reconocido como artista libre, aprendió pintura, escultura, técnicas y mecánicas de la creación artística. El primer trabajo suyo del que se tiene certera noticia fue la construcción de la esfera de cobre proyectada por Brunelleschi para coronar la iglesia de Santa Maria dei Fiori. Junto al taller de Verrocchio, además, se encontraba el de Antonio Pollaiuollo, en donde Leonardo hizo sus primeros estudios de anatomía y, quizá, se inició también en el conocimiento del latín y el griego.

Juventud y descubrimientos técnicos

Era un joven agraciado y vigoroso que había heredado la fuerza física de la estirpe de su padre; es muy probable que fuera el modelo para la cabeza de San Miguel en el cuadro de Verrocchio Tobías y el ángel, de finos y bellos rasgos. Por lo demás, su gran imaginación creativa y la temprana maestría de su pincel, no tardaron en superar a las de su maestro: en el Bautismo de Cristo, por ejemplo, donde un dinámico e inspirado ángel pintado por Leonardo contrasta con la brusquedad del Bautista hecho por Verrocchio.

El joven discípulo utilizaba allí por vez primera una novedosa técnica recién llegada de los Países Bajos: la pintura al óleo, que permitía una mayor blandura en el trazo y una más profunda penetración en la tela. Además de los extraordinarios dibujos y de la participación virtuosa en otras obras de su maestro, sus grandes obras de este período son un San Jerónimo y el gran panel La adoración de los Magos (ambos inconclusos), notables por el innovador dinamismo otorgado por la maestría en los contrastes de rasgos, en la composición geométrica de la escena y en el extraordinario manejo de la técnica del claroscuro.

Florencia era entonces una de las ciudades más ricas de Europa; sus talleres de manufacturas de sedas y brocados de oriente y de lanas de occidente, y sus numerosas tejedurías la convertían en el gran centro comercial de la península itálica; allí los Médicis habían establecido una corte cuyo esplendor debía no poco a los artistas con que contaba. Pero cuando el joven Leonardo comprobó que no conseguía de Lorenzo el Magnífico más que alabanzas a sus virtudes de buen cortesano, a sus treinta años decidió buscar un horizonte más prospero.

Primer período milanés

En 1482 se presentó ante el poderoso Ludovico Sforza, el hombre fuerte de Milán por entonces, en cuya corte se quedaría diecisiete años como «pictor et ingenierius ducalis». Aunque su ocupación principal era la de ingeniero militar, sus proyectos (casi todos irrealizados) abarcaron la hidráulica, la mecánica (con innovadores sistemas de palancas para multiplicar la fuerza humana), la arquitectura, además de la pintura y la escultura. Fue su período de pleno desarrollo; siguiendo las bases matemáticas fijadas por León Bautista Alberti y Piero della Francesca, Leonardo comenzó sus apuntes para la formulación de una ciencia de la pintura, al tiempo que se ejercitaba en la ejecución y fabricación de laúdes.

Estimulado por la dramática peste que asoló Milán y cuya causa veía Leonardo en el hacinamiento y suciedad de la ciudad, proyectó espaciosas villas, hizo planos para canalizaciones de ríos e ingeniosos sistemas de defensa ante la artillería enemiga. Habiendo recibido de Ludovico el encargo de crear una monumental estatua ecuestre en honor de Francesco, el fundador de la dinastía Sforza, Leonardo trabajó durante dieciséis años en el proyecto del «gran caballo», que no se concretaría más que en una maqueta, destruida poco después durante una batalla.

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El hombre de Vitruvio, canon del cuerpo humano

Resultó sobre todo fecunda su amistad con el matemático Luca Pacioli, fraile franciscano que en 1494 publicó su tratado de la Divina proportione, ilustrada por Leonardo. Ponderando la vista como el instrumento de conocimiento más certero con que cuenta el ser humano, Leonardo sostuvo que a través de una atenta observación debían reconocerse los objetos en su forma y estructura para describirlos en la pintura de la manera más exacta. De este modo el dibujo se convertía en el instrumento fundamental de su método didáctico, al punto que podía decirse que en sus apuntes el texto estaba para explicar el dibujo, y no éste para ilustrar a aquél, por lo que Da Vinci ha sido reconocido como el creador de la moderna ilustración científica.

El ideal del saper vedere guió todos sus estudios, que en la década de 1490 comenzaron a perfilarse como una serie de tratados (inconclusos, que fueron recopilados luego en el Codex Atlanticus, así llamado por su gran tamaño). Incluye trabajos sobre pintura, arquitectura, mecánica, anatomía, geografía, botánica, hidráulica, aerodinámica, fundiendo arte y ciencia en una cosmología individual que da, además, una vía de salida para un debate estético que se encontraba anclado en un más bien estéril neoplatonismo.

Aunque Leonardo no parece que se preocupara demasiado por formar su propia escuela, en su taller milanés se creó poco a poco un grupo de fieles aprendices y alumnos: Giovanni Boltraffio, Ambrogio de Predis, Andrea Solari, su inseparable Salai, entre otros; los estudiosos no se han puesto de acuerdo aún acerca de la exacta atribución de algunas obras de este período, tales como la Madona Litta o el retrato de Lucrezia Crivelli. Contratado en 1483 por la hermandad de la Inmaculada Concepción para realizar una pintura para la iglesia de San Francisco, Leonardo emprendió la realización de lo que sería la celebérrima Virgen de las Rocas, cuyo resultado final, en dos versiones, no estaría listo a los ocho meses que marcaba el contrato, sino veinte años más tarde. La estructura triangular de la composición, la gracia de las figuras, el brillante uso del famoso sfumato para realzar el sentido visionario de la escena, convierten a ambas obras en una nueva revolución estética para sus contemporáneos.

A este mismo período pertenecen el retrato de Ginevra de Benci (1475-1478), con su innovadora relación de proximidad y distancia y la belleza expresiva de La belle Ferronière. Pero hacia 1498 Leonardo finalizaba una pintura mural, en principio un encargo modesto para el refectorio del convento dominico de Santa Maria dalle Grazie, que se convertiría en su definitiva consagración pictórica: La última cena. Necesitamos hoy un esfuerzo para comprender su esplendor original, ya que se deterioró rápidamente y fue mal restaurada muchas veces. La genial captación plástica del dramático momento en que Cristo dice a los apóstoles «uno de vosotros me traicionará» otorga a la escena una unidad psicológica y una dinámica aprehensión del momento fugaz de sorpresa de los comensales (del que sólo Judas queda excluido). El mural se convirtió no sólo en un celebrado icono cristiano, sino también en un objeto de peregrinación para artistas de todo el continente.

El regreso a Florencia

A finales de 1499 los franceses entraron en Milán; Ludovico el Moro perdió el poder. Leonardo abandonó la ciudad acompañado de Pacioli y tras una breve estancia en casa de su admiradora la marquesa Isabel de Este, en Mantua, llegó a Venecia. Acosada por los turcos, que ya dominaban la costa dálmata y amenazaban con tomar el Friuli, la Signoria contrató a Leonardo como ingeniero militar.

En pocas semanas proyectó una cantidad de artefactos cuya realización concreta no se haría sino, en muchos casos, hasta los siglos XIX o XX, desde una suerte de submarino individual, con un tubo de cuero para tomar aire destinado a unos soldados que, armados con taladro, atacarían las embarcaciones por debajo, hasta grandes piezas de artillería con proyectiles de acción retardada y barcos con doble pared para resistir las embestidas. Los costes desorbitados, la falta de tiempo y, quizá, las excesivas (para los venecianos) pretensiones de Leonardo en el reparto del botín, hicieron que las geniales ideas no pasaran de bocetos. En abril de 1500 Da Vinci entró en Florencia, tras veinte años de ausencia.

César Borgia, hijo del papa Alejandro VI, hombre ambicioso y temido, descrito por el propio Maquiavelo como «modelo insuperable» de intrigador político y déspota, dominaba Florencia y se preparaba para lanzarse a la conquista de nuevos territorios. Leonardo, nuevamente como ingeniero militar, recorrió los terrenos del norte, trazando mapas, calculando distancias precisas, proyectando puentes y nuevas armas de artillería. Pero poco después el condottiero cayó en desgracia: sus capitanes se sublevaron, su padre fue envenenado y él mismo cayó gravemente enfermo. En 1503 Leonardo volvió a la ciudad, que por entonces se encontraba en guerra con Pisa y concibió allí su genial proyecto de desviar el río Arno por detrás de la ciudad enemiga cercándola y contemplando la construcción de un canal como vía navegable que comunicase Florencia con el mar: el proyecto sólo se concretó en los extraordinarios mapas de su autor.

Pero Leonardo ya era reconocido como uno de los mayores maestros de Italia. En 1501 había causado admiración con su Santa Ana, la Virgen y el Niño; en 1503 recibió el encargo de pintar un gran mural (el doble del tamaño de La última cena) en el palacio Viejo: la nobleza florentina quería inmortalizar algunas escenas históricas de su gloria. Leonardo trabajó tres años en La batalla de Angheri, que quedaría inconclusa y sería luego desprendida por su deterioro. Importante por los bocetos y copias, éstas admirarían a Rafael e inspirarían, un siglo más tarde, una célebre de Peter Paul Rubens.

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Dama con armiño (1483-84)

También sólo en copias sobrevivió otra gran obra de este periodo: Leda y el cisne. Sin embargo, la cumbre de esta etapa florentina (y una de las pocas obras acabadas por Leonardo) fue el retrato de Mona Lisa. Obra famosa desde el momento de su creación, se convirtió en modelo de retrato y casi nadie escaparía a su influjo en el mundo de la pintura. La mítica Gioconda ha inspirado infinidad de libros y leyendas, y hasta una ópera; pero poco se sabe de su vida. Ni siquiera se conoce quién encargó el cuadro, que Leonardo se llevó consigo a Francia, donde lo vendió al rey Francisco I por cuatro mil piezas de oro. Perfeccionando su propio hallazgo del sfumato, llevándolo a una concreción casi milagrosa, Leonardo logró plasmar un gesto entre lo fugaz y lo perenne: la «enigmática sonrisa» de la Gioconda es uno de los capítulos más admirados, comentados e imitados de la historia del arte y su misterio sigue aún hoy fascinando. Existe la leyenda de que Leonardo promovía ese gesto en su modelo haciendo sonar laúdes mientras ella posaba; el cuadro, que ha atravesado no pocas vicisitudes, ha sido considerado como cumbre y resumen del talento y la «ciencia pictórica» de su autor.

De nuevo en Milán: de 1506 a 1513

El interés de Leonardo por los estudios científicos era cada vez más intenso: asistía a disecciones de cadáveres, sobre los que confeccionaba dibujos para describir la estructura y funcionamiento del cuerpo humano. Al mismo tiempo hacía sistemáticas observaciones del vuelo de los pájaros (sobre los que planeaba escribir un tratado), en la convicción de que también el hombre podría volar si llegaba a conocer las leyes de la resistencia del aire (algunos apuntes de este período se han visto como claros precursores del moderno helicóptero).

Absorto por estas cavilaciones e inquietudes, Leonardo no dudó en abandonar Florencia cuando en 1506 Charles d’Amboise, gobernador francés de Milán, le ofreció el cargo de arquitecto y pintor de la corte; honrado y admirado por su nuevo patrón, Da Vinci proyectó para él un castillo y ejecutó bocetos para el oratorio de Santa Maria dalla Fontana, fundado por aquél. Su estadía milanesa sólo se interrumpió en el invierno de 1507 cuando, en Florencia, colaboró con el escultor Giovanni Francesco Rustici en la ejecución de los bronces del baptisterio de la ciudad.

Quizás excesivamente avejentado para los cincuenta años que contaba entonces, su rostro fue tomado por Rafael como modelo del sublime Platón para su obra La escuela de Atenas. Leonardo, en cambio, pintaba poco dedicándose a recopilar sus escritos y a profundizar sus estudios: con la idea de tener finalizado para 1510 su tratado de anatomía trabajaba junto a Marcantonio della Torre, el más célebre anatomista de su tiempo, en la descripción de órganos y el estudio de la fisiología humana. El ideal leonardesco de la «percepción cosmológica» se manifestaba en múltiples ramas: escribía sobre matemáticas, óptica, mecánica, geología, botánica; su búsqueda tendía hacia el encuentro de leyes funciones y armonías compatibles para todas estas disciplinas, para la naturaleza como unidad. Paralelamente, a sus antiguos discípulos se sumaron algunos nuevos, entre ellos el joven noble Francesco Melzi, fiel amigo del maestro hasta su muerte. Junto a Ambrogio de Predis, Leonardo culminó en 1508 la segunda versión de La Virgen de las Rocas; poco antes, había dejado sin cumplir un encargo del rey de Francia para pintar dos madonnas.

Ultimos años: Roma y Francia

El nuevo hombre fuerte de Milán era entonces Gian Giacomo Tivulzio, quien pretendía retomar para sí el monumental proyecto del «gran caballo», convirtiéndolo en una estatua funeraria para su propia tumba en la capilla de San Nazaro Magiore; pero tampoco esta vez el monumento ecuestre pasó de los bocetos, lo que supuso para Leonardo su segunda frustración como escultor. En 1513 una nueva situación de inestabilidad política lo empujó a abandonar Milán; junto a Melzi y Salai marchó a Roma, donde se albergó en el belvedere de Giulano de Médicis, hermano del nuevo papa León X.

En el Vaticano vivió una etapa de tranquilidad, con un sueldo digno y sin grandes obligaciones: dibujó mapas, estudió antiguos monumentos romanos, proyectó una gran residencia para los Médicis en Florencia y, además, trabó una estrecha amistad con el gran arquitecto Bramante, hasta la muerte de éste en 1514. Pero en 1516, muerto su protector Giulano de Médicis, Leonardo dejó Italia definitivamente, para pasar los tres últimos años de su vida en el palacio de Cloux como «primer pintor, arquitecto y mecánico del rey».

El gran respeto que Francisco I le dispensó hizo que Leonardo pasase esta última etapa de su vida más bien como un miembro de la nobleza que como un empleado de la casa real. Fatigado y concentrado en la redacción de sus últimas páginas para su tratado sobre la pintura, pintó poco aunque todavía ejecutó extraordinarios dibujos sobre temas bíblicos y apocalípticos. Alcanzó a completar el ambiguo San Juan Bautista, un andrógino duende que desborda gracia, sensualidad y misterio; de hecho, sus discípulos lo imitarían poco después convirtiéndolo en un pagano Baco, que hoy puede verse en el Louvre de París.

A partir de 1517 su salud, hasta entonces inquebrantable, comenzó a desmejorar. Su brazo derecho quedó paralizado; pero con su incansable mano izquierda Leonardo aún hizo bocetos de proyectos urbanísticos, de drenajes de ríos y hasta decorados para las fiestas palaciegas. Su casa de Amboise se convirtió en una especie de museo, plena de papeles y apuntes conteniendo las ideas de este hombre excepcional, muchas de las cuales deberían esperar siglos para demostrar su factibilidad e incluso su necesidad; llegó incluso, en esta época, a concebir la idea de hacer casas prefabricadas. Sólo por las tres telas que eligió para que lo acompañasen en su última etapa, la Gioconda, el San Juan y Santa Ana, la Virgen y el Niño, puede decirse que Leonardo poseía entonces uno de los grandes tesoros de su tiempo.

El 2 de mayo de 1519 murió en Cloux; su testamento legaba a Melzi todos sus libros, manuscritos y dibujos, que éste se encargó de retornar a Italia. Como suele suceder con los grandes genios, se han tejido en torno a su muerte algunas leyendas; una de ellas, inspirada por Vasari, pretende que Leonardo, arrepentido de no haber llevado una existencia regido por las leyes de la Iglesia, se confesó largamente y, con sus últimas fuerzas, se incorporó del lecho mortuorio para recibir antes de expirar, los sacramentos.

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